Por Joaquín Cruz Lamas
Hace poco le ofrecieron a la reina Isabel de Inglaterra el premio de la persona de la tercera edad del año; sin embargo, ella lo rechazó, ya que dijo que no se consideraba a sí misma como una persona mayor, y que en realidad somos tan jóvenes como nos sentimos.
Esta reflexión no deja de ser interesante. Por supuesto, no podemos cambiar la edad biológica que tenemos, el tiempo transcurre independientemente de nuestras acciones o decisiones. Incluso si no hacemos nada, los minutos y las horas siguen pasando, y estos eventualmente se convierten en años y en décadas. Pero lo que sí podemos hacer es decidir cuál es nuestra actitud ante la vida y, sobre todo, cuáles son nuestros hábitos.
Es curioso cómo hay personas que nacieron el mismo año pero que parecen tener edades completamente distintas. A veces esto se debe a factores genéticos o de simple apariencia, pero otras veces se debe a los hábitos de las personas. Alguien que duerme poco y que consume alcohol en exceso probablemente se verá mayor que alguien que tiene buenos hábitos de sueño y bebe con moderación. Quizá en parte a esto se refería la reina cuando rechazó el premio.
Por otro lado, no sólo están los hábitos, sino también, como dice la reina, el modo en que nos percibimos a nosotros mismos. Hay personas que buscan tener alguna ocupación, incluso en el retiro, ya que afirman que es algo que los motiva a tener una rutina y procurar lo hábitos sanos que mencionábamos unas líneas más arriba. Ahora bien, no hace falta llegar a la edad de retiro para plantearse de qué modo queremos desarrollar nuestra vida con el fin de mantener un cierta juventud interior. ¿Se puede ser joven para siempre? La respuesta es que no, pero si cuidamos nuestra mente y nuestro cuerpo sí podemos mantener una cierta vitalidad sin importar nuestra edad biológica.